Inseguridad: un flagelo que excede a las discusiones hipócritas

Hace muchas décadas que los argentinos en general, y los nicoleños en particular, venimos padeciendo el flagelo de la inseguridad. Ha sido un proceso de degradación constante, casi a la par de la degradación económica que ha sufrido nuestro país.

Después de la inflación, la inseguridad sigue apareciendo como la principal preocupación de la inmensa mayoría de la sociedad. Y sin embargo, nadie esboza un proyecto claro para emprender el rumbo que le encuentre una solución.

En los últimos días San Nicolás fue escenario de una patética discusión sobre la inseguridad, que tuvo como protagonistas al Intendente de nuestra ciudad, al Gobernador bonaerense y al Ministro de Seguridad de esta provincia.

Manuel Passaglia había abierto el fuego a comienzos de marzo, cuando en la apertura de sesiones del Concejo Deliberante se quejó de que la provincia no le envía fondos para obras públicas. Axel Kicillof y Sergio Berni aprovecharon la visita a Expoagro para responderle. Y la polémica alcanzó particular virulencia durante un acto en el que se entregaron patrulleros a la policía.

Chicanas por acá, chicanas por allá… Pero nadie atinó a decir qué carajo es lo que debería hacerse para mejorar la seguridad. El municipio reclama mayor autonomía para tomar decisiones y comandar las fuerzas de seguridad; la provincia le endilga que los patrulleros están como chatarra;, etc., etc., etc…

La discusión es absurda, por una sencilla razón: la inseguridad es un flagelo que excede a los recursos y a quién tenga el poder de mando. Ya hubo un intento de descentralizar con la creación de la Policía local durante el gobierno de Scioli, y fracasó estrepitosamente. También la Ciudad Autónoma de Buenos creó su propia Policía, y sin embargo en CABA sigue habiendo tantos delitos como en el resto del país.

La inseguridad tiene raíces socioeconómicas profundas, generadas por la pobreza y la marginalidad creciente. Y tiene además raíces profundas en una Policía y una Justicia donde se ha enquistado fuertemente la corrupción. Además, como si todo esto fuera poco, también el Narcotráfico ha comenzado a llenar sus casilleros en todos los poderes públicos.

No hay salidas mágicas. Nadie va a solucionar el problema de la inseguridad agregando patrulleros o simplemente tomando la conducción de las fuerzas. Mucho menos lo van a solucionar peleándose en público.

Es mucho más profundo, y no se va a lograr en el corto plazo. Pero al menos deberíamos empezar a dar los primeros pasos en la dirección correcta.