Esta es –sin dudas- la pregunta del millón: ¿Quién tiene la culpa de la inflación en la Argentina? ¿El gobierno, los empresarios formadores de precios, los comerciantes, la sociedad en su conjunto? ¿O es una combinación de todos estos factores?
La inflación no es un flagelo nuevo en la Argentina. Ya llevamos varias décadas padeciéndola, con algunos breves intervalos en los que se moderó, o se bajó abruptamente (Convertibilidad 1=1). En consecuencia, atribuir la inflación al gobierno de turno, nos pondría en un punto de partida equivocado.
Este grave problema que afecta a la Argentina desde la década del 70, es multicausal. Por un lado hay erróneas políticas económícas que han llevado a generar las condiciones propicias para alimentar la suba de precios. Pero también existe un alto componente especulativo tanto de los formadores de precios como de los intermediarios y los comerciantes minoristas. Y aunque parezca mentira, tampoco el comportamiento ciudadano es el adecuado, ya que muchas veces somos nosotros mismos los que pagamos cualquier precio por un producto, teniendo otras opciones. ¿Qué haría por ejemplo, un verdulero o un carnicero, si nadie le compra mercadería por un par de semanas? Tendrían que bajar los precios, porque si no la mercadería de les pudre…
Por supuesto que no todas las responsabilidades son iguales. El Presidente de la Nación (Alberto Fernández) y el Ministro de Economía (Martín Guzmán) son los mayores culpables de lo que hoy sucede con los precios, porque no adoptan las medidas macroeconómicas para encauzar el descontrol. Y la gente no los votó para que se vivan quejando de “la herencia recibida”, sino para solucionar el problema.
Pero convengamos que en la Argentina suceden cosas increíbles: los formadores de precios -por ejemplo- aumentaron hasta un 30% de un dìa para otro para “cubrirse”. Antes le echaban la culpa al dólar; pero ahora que el dólar está quieto, igual siguen aumentando los precios “por si las moscas”.
Está claro que desde el gobierno deben tomar medidas macroeconómicas indispensables, como bajar la emisión y reducir el déficit fiscal. Pero también parece claro que eso sólo no bastará: si no cambiamos algunos comportamientos, seguiremos viviendo con inflación alta, o muy alta…
Para colmo, ante la gravedad de la situación vuelven a aparecen algunas fórmulas mesiánicas como la “dolarización” de la economía. Y ese discurso va ganando predicamento, fogoneado por los principales periodistas y medios de comunicación. Si eso ocurre, sería un golpe de gracia para millones de argentinos que ya la están pasando mal. ¿O nos olvidamos de lo que sucedió cuando se dolarizó la economía con la convertibilidad? ¿Cómo terminó la historia….?
El panorama es complejo. No hay muchos misterios. Hay que ser serios, tomar medidas serias, y tener un poco de paciencia. Algo que por estos días no abunda…