Tierra de mitos y de corruptos

Por Pablo González

 

Vivimos en un país y en una ciudad plagada de incapaces y corruptos. Esa es la realidad, aunque a algunos les duela. Pero hay algo aún más curioso: esa incapacidad y falta de honestidad suele esconderse detrás de enormes mitos creados para que la gente les crea.

A diario escuchamos que nos dicen, por ejemplo, que debemos ser “liberales” en materia económica. Pero curiosamente, los mismos que se dicen “liberales” en economía suelen ser absolutamente retrógrados en otros temas que tienen que ver con la vida cotidiana. Así, los que pregonan esa libertad económica nos dicen que los de tez blanca son seres superiores (Javier Milei, por caso) o que estudiar en una universidad es una utopía irrealizable para los pobres (textual de María Eugenia Vidal).

Del otro lado, los defensores del Estado se arrogan el derecho de justificar cualquier intervención estatal en cualquier ámbito de la economía o de nuestras vidas cotidianas. Pero lo hacen con hipocresía, porque reservan un Estado de primera para ellos (jamás se hizo el ajuste en la política), y condenan a los pobres a gozar de las migajas de un Estado de segunda categoría (a través –por ejemplo- de los planes sociales).

Estos mitos y la consecuente grieta funciona  aceitadamente desde hace décadas en la Argentina. Fomentada por muchos políticos de turno, y avalada por una justicia que –lejos de defender a los más indefensos- consolida los privilegios de los poderosos.

No nos engañemos más: así es en la Argentina, y así es en San Nicolás. El que diga lo contrario, miente descaradamente.

Lo curioso del caso es que han armado este circo de tal manera, que mucha gente les cree. De un lado y del otro se convencen de que tienen la verdad revelada. Los llamados liberales (encarnados por JxC o por los nuevos Libertarios) acumulan adhesiones de personas que no conocen la historia, y que ahora empieza a comprar nuevamente el versito de la dolarización. ¿Acaso nos olvidamos cómo terminó aquella nefasta convertibilidad de Menem-Cavallo?

Del otro, el ultra kirchnerismo pretende volver a recetas que en sus últimos años de gobierno fracasaron rotundamente. Plantean oponerse al Acuerdo con el FMI, pero no dan un plan B. Olvidan, además, que el primero en acordar y pagarle al FMI fue el propio Néstor Kirchner. Y allá van, también, todos sus seguidores embelesados con fórmulas que ya no se aplican en ningún lugar del mundo.

¿Cuál es entonces la salida?, se preguntarán ustedes, amigos lectores. Bueno: si la tuviera, sería realmente un genio. Y por cierto que ni cerca estoy de serlo. Pero al menos deberíamos empezar por tomar consciencia de que nos están engañando, y que no hay ninguna solución factible en los extremos.

Nos han hecho creer que los que están en el medio son tibios, y la gente les ha creído. Pues bien: ¿miren cómo hemos terminado por pretender ir a los extremos?

No tengo la solución. Pero sí pido un poco de sentido común y pragmatismo. Las cosas no son blancas o negras. En el medio hay muchos caminos. Ninguno de esos caminos lleva directo a la salida rápida de nuestros problemas, por la sencilla razón de que no hay una salida mágica. Pero si intentamos elegir entre todos un camino intermedio, a lo mejor estaremos dando el primer paso.