Un transporte caro y malo

Por Pablo González

 

Por estos días asistimos nuevamente a la recurrente historia de un conflicto en ciernes por el transporte urbano de pasajeros. Los empresarios iniciaron medidas de fuerza en la ciudad de Buenos Aires, y Vercelli Hnos. ya ha hecho las advertencias del caso en San Nicolás. Es la historia de siempre: “los números no dan” –dicen-. En consecuencia, si no les aumentan el precio del boleto deberán reducir –o interrumpir- el servicio.

Sin embargo, se sigue obviando la cuestión de fondo: ¿Qué clase de servicio es el que se está prestando? ¿Los usuarios están conformes con la ecuación costo-beneficio? Pero eso no se discute. El reclamo es siempre el mismo: aumentar el boleto, incrementar los subsidios, o ambas cosas a la vez.

Está claro que en un país al borde de la hiperinflación, las tarifas no pueden estar congeladas. En todo caso, se podrá evaluar si el aumento es menor o mayor. Pero tampoco puede estar congelada la discusión sobre la calidad del servicio y la contraprestación que la empresa brinda por lo que cobra.

Si hacemos una encuesta, estoy seguro que al menos 8 o 9 de cada 10 usuarios dirán que no están conformes con el servicio y con el precio del boleto que se cobra por el mismo. Basta conversar con los pasajeros para darnos cuenta. Faltan frecuencias, hay barrios donde no entran, viajan amontonados como ganado en las horas pico, etc., etc., etc. Pero eso nunca se pone en la mesa de discusión.

Aquí hay algo concreto: el servicio no está acorde a lo que necesitan los usuarios. Así que en lo personal, entiendo que no debería darse un solo aumento más, ni un solo subsidio más, si antes no se evalúa integralmente el servicio que se brinda.

Seguramente en los próximos días tendremos la novela de siempre. Una empresa que amenaza con el paro, la UTA que presiona en el Concejo Deliberante, algún que otro incidente, y finalmente el aumento que se concreta. Es una novela con final anunciado.

Tan anunciado como que no conozco un solo empresario del transporte que haya terminado en la indigencia. Durante años se llenaron de dinero, en buena medida gracias a los subsidios del Estado. Fueron capitalistas en las ganancias; pero cuando llegan las malas, socializan las pérdidas. “Así no podemos seguir”, alegan. ¿Y cuando la juntaron en pala no dijeron nada?

Es cierto que el sistema de subsidios resulta absolutamente inequitativo. Se otorga muchísimo dinero en el AMBA, y mucho menos en el interior del país. Eso también debe reverse, y los nicoleños deberíamos pelear todos juntos para que Nación envié más recursos. Pero créanme que si lo conseguimos, la empresa igual seguirá llorando y difícilmente eso se traduzca en una tarifa más acorde a la contraprestación que brindan.

Son empresarios, y deben ganar plata. Pero sería bueno que lloren menos y pongan un poco más el hombro en este momento tan delicado. Si no están convencidos, al menos háganlo por los miles de usuarios que los hicieron ricos desde hace décadas, y que hoy no pueden llegar a fin de mes.