Así recibimos en Radio City a los campeones de Paraná

 

Por Ignacio Arámburu
Bastaba arrimarse cualquier tarde en la semana y husmear detrás del emblemático portón de Rivadavia y Necochea para descubrir que en el césped del mítico Manuel Lasanta se respiraban aires de gloria. A lo lejos, se observaba un grupo nutrido, entrenando con rostros sonrientes que denotaban esa felicidad de estar donde quieren estar pese a la ardua exigencia de un cuerpo técnico que no deja detalle alguno librado al azar. Transmitiendo tranquilidad en medio de tanta intensidad. Reflejando el amateurismo en la esencia más pura que puede entregar el deporte. Ahí, en ese rincón de la ciudad, comenzó a gestarse un nuevo campeón.
          Faltaba sólo una función para que tanto trabajo tuviera la justificada recompensa. Y debía ser en ese teatro de los sueños que es nuestro Estadio Único ante casi 8 mil personas. Con la tribuna de calle Reynoso repleta y pintada de blanco y celeste. Otro logro memorable de este grupo. Porque este equipo despertó al gigante dormido convocando una multitud y enamorándola para siempre.
          Dice una canción que en la cancha se ven los jugadores. Y ahí está el Loco Fehr, ofreciendo seguridad en el arco. Con oficio Chicho Acosta regala solvencia, el ganador Bergez brinda su categoría para anular a los grandes delanteros rivales y al pibe Pucheta no le pesa nada como en todo el torneo. En el medio, Diego Molina maneja los hilos cual equilibrista y releva por doquier, el símbolo Basso aporta fantasía con la pelota en los pies, presencia y también sudor, mientras el hábil Flaco Viñales hace surcos por la izquierda. Suelto, Carita Sandoval reluce todo el potrero que lleva adentro y encima clava un golazo de tiro libre para encaminar el título. Benja Rubio es un avión por derecha al que sólo pueden frenar con faltas mientras Gaby Tiseira abre espacios por izquierda. El generoso Picante Pereyra se mueve y labura por todo el frente de ataque. Casadei mete al Tanque Huber para liquidar la historia y el 14 cumple con su cabeza goleadora. Lauti González toca y toca, Kevin Frutos corre para todos lados, Valentín Troilo se manda al ataque y Leo Berón la mueve. En el banco, se emociona Tincho Uriarte, el gran capitán que recibirá la Copa. El resto del plantel con 35 hombres celebra este logro en el que todos se sienten valiosos. El cuerpo técnico se funde en abrazo interminable. Llora el presidente Palacios.
          El partido es todo de Paraná y no hay rival que se le ponga enfrente que le pueda ganar al mejor equipo de la fase regular, de la Liguilla y de la final. No hay nervios ni miedos que puedan paralizar cuando sobran convicción, funcionamiento y hambre de gloria. Paraná le enrostra al mundo futbolístico cómo se debe jugar una definición haciéndolo de manera sensacional, enterrando mitos y excusas. Y ya lo ve, es el equipo de Casadei, uno de los campeones más merecidos de la historia. No cabe ninguna duda.

Por eso hoy los héroes de Barrio Urquiza están aquí con nosotros.