Por Pablo González
Periodismosn.com.ar
FM 88.7 Radio City San Nicolás
La escena se repite cada fin de semana. Si alguien quiere ir a cenar y no tiene reserva, deberá esperar un largo rato hasta que se desocupa una mesa. Y no intente irse a otro lugar porque no tolera la espera, ya que será una pérdida de tiempo innecesaria: también deberá hacer cola…
El comentario entre los que esperan ansiosos una mesa, se repite una y otra vez: «Je, después dicen que no hay un mango..»
La verdad es que los bares y restaurantes de San Nicolás están trabajando «a full» todos los fines de semana. Y algunos incluso también están llenos durante el resto de los días. Esta realidad no ocurre sólo en nuestra ciudad. Algo parecido sucede en buena parte de la Argentina.
¿Cómo es posible, entonces, que se produzca este fenómeno, si la realidad indica que la plata no alcanza para llegar a fin de semes» La inflación nos derrite nuestros ingresos, y algunos intentan a buscar allí una explicación: «Se gastan la plata cuanto antes y disfrutan lo que pueden en el momento, porque al otro día ya es más caro». Bueno, está bien: pero hay que tener el dinero para pagar. Si no tenes efectivo, tarjeta o billetera virtual, con o sin inflación no te podes sentar a comer.
Otros alegan que en realidad son siempre los mismos los que se dan esos gustos: «Son 200 o 300 personas que llenan los pocos restaurantes que hay», alegan. No estaría tan seguro. En San Nicolás nos conocemos todos, y siempre uno se encuentra con caras nuevas.
Ahí tenemos el ejemplo de lo que ha sucedido con Mostaza, la cadena de comidas rápidas que acaba de inaugurar y está repleto de jóvenes día y noche…
Otro intento de explicación tiene que ver con los costos: hacer comida en casa igual es muy caro, y la diferencia termina no siendo tanto si salimos a comer a fuera. Tampoco me cierra mucho: para una familia tipo de cuatro personas sigue siendo bastante más caro cenar afuera que cocinar en casa.
En fin: algunas cosas no tienen una explicación tan fácil, y ésta es una de ellas. La inflación nos deglute, los sueldos son de miseria, la plata no alcanza, pero seguimos saliendo a comer afuera. Y está bien: al fin de cuentas, quién nos quita lo bailado…