Por Jorge Wozniak
La mal llamada contraofensiva ucraniana de junio, que debía recuperar los territorios ocupados por Rusia, concluyó cuatro meses después con avances mínimos. Las explicaciones del fracaso fueron varias; una de ellas fue que los ataques se hicieron erróneamente en múltiples direcciones. Se dice que la victoria tiene muchos padres pero que la derrota es huérfana. Y efectivamente es lo que estamos presenciando ahora en Ucrania: mandos militares y políticos discuten por quién asume la responsabilidad del fracaso.
En una reciente entrevista a The Economist, el comandante Valeri Zaluzhni reconoció el fracaso y dijo que estaban entrando en un punto muerto, debido a la temporada de lluvias (la raspútitsa) y al próximo invierno. En realidad, en los dos últimos meses no hubo un punto muerto sino múltiples ataques rusos en todo el frente, con avances lentos pero constantes. Esto no debe confundirse con una contraofensiva rusa general: la mayoría de los cientos de miles de soldados entrenados en los últimos meses aun aguardan en la retaguardia, con lo cual la situación para Kiev a corto plazo se puede complicar en gran medida.
El jueves 13/12 el Washington Post admitió que no hay un punto muerto sino tal vez el colapso de Ucrania. Frente a esta posibilidad desde la OTAN han comenzado a criticar a los militares ucranianos, como si las decisiones allí se tomaran sin consultar a la inteligencia y a los estrategas occidentales.
Al mismo tiempo, las disputas entre demócratas y republicanos en los EEUU han paralizado el envío de nuevos fondos para Kiev, con la prioridad puesta en apoyar a Israel en Gaza. Esto, sumado a la mayor tensión entre China y Taiwan, pareciera demostrar que EEUU no puede hacer frente a varios conflictos militares simultáneos. De aquí las voces que plantean que habría que iniciar negociaciones de paz y que la UE deberá financiar desde ahora a Kiev.
Recientes artículos en The Washington Post, New York Times, la BBC y otros medios occidentales muestran la catastrófica situación humana y material en el frente. El intento de debilitar militarmente a Rusia vació los arsenales de la OTAN y su industria no puede reponer las pérdidas. La propaganda occidental acerca de la victoria ucraniana dio paso así a una narrativa más pesimista.
Recordemos que un acuerdo de paz poco después de la invasión fue boicoteado por el gobierno británico y el de Estados Unidos, con la promesa de un apoyo total hasta la victoria. Tal vez previendo que esto no ocurriera, Zelenski impulsó una ley que prohibía a cualquier representante del gobierno iniciar negociaciones de paz. Fue una forma de cerrar la puerta a cualquier liderazgo alternativo en Ucrania en caso de que los planes militares o los objetivos de EEUU no dieran los frutos esperados.
El fracaso militar potenció el conflicto interno. Con la excusa de la ley marcial, se prohibieron las elecciones de marzo y todos los funcionarios electos (incluyendo Zelenski) continuaran en el cargo indefinidamente. Así es difícil cuantificar el apoyo real al presidente pero también cae uno de los argumentos acerca de la democracia ucraniana enfrentando a la autocracia del país invasor.
La tensión entre el comandante Zaluzhni y Zelenski se incrementó: dejaron de aparecer juntos en público e incluso Zelenski convocó reuniones de defensa sin la presencia del comandante militar. El asesinato del ayudante personal de Zaluzhni y el envenenamiento de la esposa del jefe de la inteligencia militar Budanov, más el desplazamiento de muchos militares de alto rango de sus puestos, es atribuida al intento del círculo de Zelenski de eliminar posibles competidores políticos o evitar un golpe de Estado.
Según el director del Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia, Sergei Naryshkin, occidente va a sustituir a Zelenski para poder congelar el conflicto. Los cinco candidatos posibles serían Zaluzhni, Budanov, Vitali Klitschko (alcalde de Kiev), Alexei Arestovich (ex asesor presidencial) y Andrei Ermak (jefe de la oficina presidencial). Cada uno de ellos sufrió recientemente ataques en los medios o acusaciones de los servicios de seguridad.
La caída en la popularidad de Zelenski (y de la causa ucraniana) no se da solamente en el frente interno sino también a nivel internacional. Así el apoyo incondicional de occidente fue reemplazado por el bloqueo a los granos ucranianos en países de la UE o a los camioneros ucranianos en Polonia, Eslovaquia y Hungría. La reciente visita de Zelenski a la Argentina es una forma de tratar de seguir en la primera plana, aunque el presidente de Brasil se negó a reunirse con él. En su gira a Washington el Congreso lo recibió a puertas cerradas por los temas delicados que se trataron, pero eso impidió mostrar en los medios algún apoyo. Incluso el jefe de la bancada de diputados demócratas se negó a posar públicamente para una foto.
El fracaso militar y el deterioro de la legitimidad de Zelenski tanto dentro como fuera del país podría conducir a buscar una tregua al conflicto. Sin embargo, tanto Putin como otros dirigentes y analistas políticos en Rusia plantean que los occidentales han violado todos los pactos de seguridad desde 1990, con lo cual la firma de un acuerdo solo sería una forma de postergar el conflicto hasta que Occidente pueda reanudarlo en condiciones más favorables. Por lo tanto, las negociaciones se harán cuando Moscú pueda imponer todas las condiciones a una Ucrania derrotada. Y la derrota de Ucrania sería un duro golpe para la hegemonía estadounidense y no sólo en Europa.
El actual conflicto no será detenido por la raspútitza ni por el invierno. Pareciera que estamos asistiendo a otro tipo de cambio de clima con repercusiones geopolíticas impredecibles.
Jorge Wozniak es Investigador en el Centro de Estudios sobre Genocidio (UNTref) y docente de Historia en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).